Cuando llegué a mi segunda clase de Chefugee en el Gabinete de Historia Natural, cerca de la Puerta del Sol, me sorprendió la belleza del edificio que alberga el museo. Este espacio se usa también como centro cívico, y en él hay numerosas reliquias históricas, objetos de cerámica de diferentes partes del mundo y hasta una calavera de un enorme mamífero con cuernos. En la puerta de entrada me recibieron con una cariñosa bienvenida y me condujeron a un cuarto muy bien decorado situado al lado de una gran cocina, donde esperé sentada a que llegaran los otros alumnos.
Al cabo de poco tiempo nos presentaron a Valentín, el chef venezolano y maestro de la clase. Pude observar cómo se le iluminaban los ojos mientras describía la comida con la que había crecido mientras compartía con nosotros anécdotas y recuerdos asociados a cada plato. El entusiasmo que sentía era evidente en su tono de voz. Al igual que él, yo también me emociono al hablar de la historia y los aspectos culturales asociados a las comidas que más me gustan, y me di cuenta de que estaba entre amigos.
Antes de meterse en la cocina, Valentín nos preguntó si habíamos probado algún plato venezolano antes. No sabíamos muy bien qué responder, “yo he probado las arepas, pero ¿no son colombianas? “, dijo uno de los alumnos (esta no sería la última vez que saldría el tema de las arepas durante la clase). “Yo he probado los tamales mejicanos”, dije en un español bastante pobre, mirando la receta que me habían dado para que la leyera, “que creo que son parecidos a las hallecas…”, volví a leer el nombre de la receta, “Hallacas…, quiero decir”.
La gente de la sala rió cómplice ante mi torpeza. Básicamente, la respuesta es que no había probado antes la cocina venezolana, y fue un gran honor que mi primer contacto con esta gastronomía haya sido con Valentín en su clase de Chefugee.
Chefugee es una iniciativa de la organización Madrid For Refugees que ofrece a personas refugiadas con conocimientos de cocina la oportunidad de ganar dinero a la vez que ayudan a concienciar a la población sobre las situaciones que han vivido y sus experiencias a través de mi medio favorito, la comida. Los cocineros pueden preparar cenas para que la gente pruebe la gastronomía de su país o impartir clases de cocina para mostrar sus platos típicos favoritos. En abril me animé a participar y tuve la oportunidad de aprender de un cocinero de Siria que impartía una clase y que fue, además de una auténtica revelación ya que en lo relativo a la cocina necesito mucha ayuda, una experiencia inolvidable. Fue por esto que, en cuanto vi la clase de Valentín anunciada, no dudé en apuntarme otra vez.
En la clase de hoy hemos aprendido a hacer hallacas y pan de jamón. Las hallacas son, de hecho, primas hermanas de los tamales mejicanos, en el sentido en que ambos se hacen con masa de maíz y harina, guiso, se envuelven con hojas, de plátano en el caso de las hallacas y de maíz en el de los tamales, y se cuecen. Los ingredientes del guiso pueden variar, y Valentín reiteró que podíamos ser tan creativos como quisiéramos en lo relativo al relleno. El pan con jamón es la receta por la que Valentín siente mayor predilección por ser el plato tradicional de Navidad en Venezuela. Se prepara enrollando jamón, beicon, aceitunas y uvas pasas y después se cubre con masa casera con levadura. Al poco rato había en la cocina un agradable olor a guiso, beicon y a pan horneado.
El talento de Valentín era obvio. Gracias a sus 15 años de experiencia trabajando como cocinero sabía perfectamente cómo improvisar y adaptarse a los gustos. Además demostró ser también un gran profesor. Antes de venir a España había trabajado como profesor, y esto se notó durante la clase. Daba instrucciones, a veces acompañándose de gestos para salvar la barrera lingüística que existía entre ambos, y quería que aprendiéramos sobre esta comida y sus orígenes. Habló un poco sobre la situación actual en Venezuela y sobre lo difícil que resulta enviar dinero y medicinas a sus familiares que siguen allí. Cuando volvió a surgir la pregunta sobre las arepas -¿son venezolanas o colombianas?, Valentín se encogió de hombros. Ambas respuestas son correctas, o ninguna de las dos lo es. Las arepas y las hallacas provienen de las comunidades indígenas que habitaban esa zona de América del Sur miles de años antes de la aparición de estos países.
Además de un gran cocinero y profesor, Valentín es sobre todo un gran animador. Su energía inicial no decayó en ningún momento de la clase, y en varias ocasiones hizo que todos los presentes estallásemos en risas. En un momento determinado, mientras me peleaba con un trozo de ternera que tenía mucha grasa, se apoyó en la encimera y me gritó “¡Más fuerte!”, cogió del bol un buen trozo de ternera y empezó a deshacerlo con fuerza. “Como si fuera el pelo de tu exnovio”, me dijo. Agradecida por su ayuda y por la imagen mental continué deshaciendo en pedazos la carne de ternera, esta vez con un poco más de fuerza.
En las dos clases de Chefugee a las que he asistido la comida fue increíble, el ambiente en la cocina de lo más agradable, y la experiencia inolvidable. En ambos casos me apunté por la curiosidad de saber más sobre los platos típicos de diferentes países y porque quería apoyar una causa justa e importante, y en ambos casos salí sintiendo que había recibido mucho más de lo que había dado. Ha sido un verdadero honor conocer y comer junto a estos grandes cocineros.
Escrito por Danielle Jacques
Traducido por Laura Rodriguez del Valle